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51 De pronto, uno de los que estaban con Jesús sacó la espada y, de un golpe, le cortó una oreja al criado del sumo sacerdote. 52 Pero Jesús le dijo:

— Guarda tu espada en su vaina, pues todos los que empuñan espada, a espada morirán. 53 ¿Acaso piensas que no puedo pedir ayuda a mi Padre, y que él me enviaría ahora mismo más de doce legiones de ángeles?

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